Si se pierde enero, búscalo en la flor del almendro
Al igual que los animales, y aunque no lo parezca, las plantas reciben, analizan y responden ante los estímulos exteriores. Asimismo, producen cambios en sus órganos mediados por hormonas que regulan funciones como la floración, fructificación o caída de frutos y hojas.
Es la primavera el mes de las flores y concretamente entre los meses de marzo y mayo florecen el 90% de las plantas y árboles del hemisferio norte, ya que las condiciones de luz y temperatura son óptimas para garantizar la supervivencia de los frutos y de las nuevas plantas. Pero existen algunos árboles y plantas que empiezan a vestir sus ramas de flores a mitad del invierno, ¿a qué se deben estos casos de “marginalidad ecológica”?
Algunos ejemplos de flores tempranas los tenemos en el eléboro (Helleborus foetidus), el narciso de Cazorla (Narcissus longispathus) o en árboles como el almendro, que reviste de blanco sus ramas peladas, a veces, en el mes de enero.
Las plantas florecen influidas principalmente por las temperaturas y las horas de luz. Pensamos que el frío es malo, pero no es del todo cierto. Cada especie posee un “acumulador” de frío, es decir, la planta que aparentemente está dormida, lo está en espera de acumular un determinado número de horas de frío, entendiendo como tal las temperaturas por debajo de 7ºC. Para el almendro, al igual que para otros frutales, las temperaturas invernales deben ser lo suficientemente bajas para que las yemas en letargo tengan un adecuado desarrollo y en consecuencia se logre una buena floración. De manera general, un invierno con suficientes horas de frío seguido por un inicio de primavera templado producirá una buena floración, un invierno frío y una primavera fría dará lugar a floración tardía y escasa, pero lo peor de todo es un invierno cálido seguido de primavera cálida, que dará lugar a una escasísima floración por falta de yemas florales.
Un segundo factor importante para la floración es el balance de horas de luz y oscuridad, que se llama fotoperiodo. Según éste hay especies sensibles al “día corto” cuyo fotoperiodo exige no superar un número determinado de horas de luz, o lo que es lo mismo, tener un determinado número de horas de oscuridad para florecer. Hay otras, la mayoría, que poseen un fotoperiodo de “día largo”, es decir, solo florecen si las horas de luz superan un determinado número crítico, cosa que ocurre en la primavera. El almendro posee mecanismos capaces de activar la floración cuando los días empiezan a alargar, cosa que ocurre desde enero, o siendo estrictos, desde finales de diciembre.
Pues bien, si las horas de frío invernales han sido suficientes, y las horas de luz también, se desata el proceso genético y hormonal que despierta a las yemas de su estado de letargo. En este caso la hormona vegetal que activa el paso de yema a flor se llama florígeno.
Pero volvamos a la pregunta inicial, ¿qué ventaja tiene florecer en invierno? en un momento donde el riesgo de heladas aún está presente. Pensemos ahora en los polinizadores: insectos y plantas dependen mutuamente unos de otros y las flores del almendro son casi las únicas que ofrecen su néctar a las abejas en este periodo, ambos se complementan y el almendro no tiene que competir con otras plantas por los insectos.
Además, el clima mediterráneo destaca por sus veranos muy cálidos y secos, siendo ésta la verdadera estación difícil de superar. Los almendros conocen a la perfección la dureza de las sequías veraniegas del área mediterránea, las cuales pueden prolongarse desde abril a septiembre u octubre. Puede ser que el almendro haya evolucionado adoptando la estrategia de florecer temprano para que cuando llegue la época de calor, la semilla ya esté lo suficientemente desarrollada y sea viable. El árbol prefiere arriesgarse a una posible helada más que arriesgarse a una más que segura sequía; prioriza la vida de la madre ante la del vástago, ya que si se pierde una floración podrá venir otra al año siguiente, pero si muere el árbol, no habrá más floraciones.
Las flores de frutales como cerezos mueven a miles de personas que se deleitan ante el espectáculo de los pétalos blancos, pero no menos hermoso es un campo de almendros florecidos, que tanto abundan en nuestras lomas de secano, en especial en la costa y La Contraviesa, con el telón de fondo de la sierra cubierta de nieve. Pasear entre flores de almendro es una actividad que nos transporta al paraíso, cada año deberíamos cumplir con el ritual del almendro, preludio de la primavera.