Orquídeas, millones de años construyendo engaños
“Las variadas estratagemas que usan las orquídeas para atraer a sus polinizadores trasciende la imaginación de cualquier ser humano”
(La fecundación de las orquídeas, Charles Darwin, 1.862)
Las orquídeas, esas enigmáticas plantas que ofrecen flores de formas extrañas, de anatomía imposible, de belleza enigmática, ya han hecho su aparición en nuestros campos. Las pequeñas orquídeas mediterráneas nada tienen que envidiar a sus parientes tropicales que todos hemos comprado, o admirado alguna vez, en las floristerías. Más pequeñas, eso si, pero igualmente bellas y complejas.
Y realmente son flores raras, con ellas perdemos la cuenta de los pétalos o los sépalos, ni sabemos encontrar el pistilo, ¿los estambres? … ¡qué raros!, ¿dónde está el cáliz? Es un verdadero puzle de piezas que, en conjunto, genera una armonía que nos embelesa.
Pues de eso va hoy nuestro relato, del arte de atraer, embelesar y engañar, del que las orquídeas son las más grandes maestras. Han tenido unos 80 millones de años para refinar sus artes y el resultado ha sido todo un éxito evolutivo, pues hay cerca de 25.000 especies silvestres de orquídeas en el mundo, lo que supone cuatro veces más especies que en el grupo de los mamíferos y el doble que de aves.
Para entender a las orquídeas hay que pensar como un insecto, o mirar, ver y oler como un insecto, una abeja, avispa o abejorro, por ejemplo. Sólo entonces cobra sentido el artificio de sus formas y diseño, solo entonces entenderemos la maestría del engaño de la orquídea: hay que atraer al insecto a toda costa y obligarlo a llevarse el polen de flor en flor, la clave del ciclo de vida de la planta.
En las relaciones generales de los insectos polinizadores y las plantas hay un intercambio, néctar nutritivo a cambio de servicio de transporte de polen. Pero nuestras admiradas orquídeas venden ilusión, nada entregan a cambio del servicio … aún así el insecto cae en la trampa.
El engaño del placer reproductor
Pongamos mirada de abeja, macho de abeja para mayor concreción. Ahí, a ras de suelo, unas cuantas abejas hembra ofrecen su abdomen, un atractivo sexual irrefrenable. Además, el aroma propio de la hembra no deja dudas, ¿cómo resistirse? El macho se lanza a copular con una flor de orquídea. Ésta ha preparado una acogedora anatomía que obliga al insecto a llevarse pegados en su parte dorsal dos mazos amarillos: son los polinios, donde se encuentra todo el polen agrupado. Los polinios quedan pegados y viajan durante horas. Con mucha probabilidad el insecto repita en otra flor y le deje el regalo del polen. ¿Qué gana el insecto? Bueno, es un engaño, pero quién sabe si los insectos experimentan placer al copular y quién sabe si realmente han descubierto el engaño o no, y se van tan satisfechos de haber cumplido con su instinto.
Restaurante de lujo pero sin menú
El néctar, ese dulce líquido que los polinizadores buscan en las flores, suele encontrarse en muchas especies en el fondo de un tubo largo con forma de cuerno llamado espolón. De esta manera al intentar llegar a la gota de néctar, los insectos tienen que hacer movimientos que, como consecuencia, arrastran y adhieren el polen a su cuerpo.
Las orquídeas no gastan en el menú, gastan en el diseño y decoración del restaurante.
El colorido de los labelos (la pieza más grande de la flor, en el centro abajo) con tonos blancos, rosas, morados y el diseño de manchas y líneas están indicando al insecto el camino del néctar. El espolón existe, de hecho, pero nada de dulce y nutritivo menú en su interior. El insecto está hambriento y llega hasta el final, se lleva el polen adherido y nada más. Probablemente se frustre mucho y se vaya enfadado, pero no hay hoja de reclamaciones. Abandonará esa planta en concreto pues en ella el engaño ya está descubierto, pero el día es largo y probará con otras.
Hay muchas más estrategias embaucadoras en las orquídeas, canales que obligan al insecto a recorrer para poder salir, nidos de abeja falsos, trampolines hacia el polen, gatillos lanzadores de polen, olores atractivos …toda una diversificación del patrón básico del engaño que ha irradiado a lo largo de la evolución. Cada año se descubren en impenetrables selvas tropicales sobre 500 nuevas especies de orquídeas y algunas también en nuestros ambientes mediterráneos, no es fácil su catalogación pues además tienen facilidad para hibridarse entre especies afines.
Las orquídeas ya están irrumpiendo en los pradillos, entre las rocas calizas de los paisajes kársticos, en las terrazas de cultivo abandonadas, entre las hierbas del sotobosque de pinares y encinares.
Poneos las gafas de insecto y dejaros seducir, como buenas protagonistas de cine que son las orquídeas se dejan admirar y fotografiar, ésa es nuestra recompensa.
En las próximas salidas de campo dedicaremos especial atención a las orquídeas, hay que aprovechar porque su presencia es efímera.
Algunas curiosidades más …
¿Os suena la expresión médica “orquitis”? Hace referencia a la inflamación de los testículos durante las paperas … pues se trata de una palabra con la misma raíz y que viene del griego: orquis. Algunos géneros de orquídeas tienen como órganos subterráneos, dos bulbos con una forma que recuerda a la de los testículos. Quizás por esta razón los griegos las utilizaban como afrodisiacos. Pero muchos antes de eso, en China, ya se representaban en grabados y se admiraba su belleza. Los aztecas, inventores del chocolate, utilizaban una variedad de orquídea para aromatizarlo: la vainilla.
Autores: Mª Teresa Madrona y Jaime Álvarez
Nuestro agradecimiento a Juan Carlos Poveda, guía intérprete y fotófrafo de la naturaleza. www.natureda.com