El ciprés y Granada, una relación milenaria
Vuelven los confinamientos perimetrales y con ello las caminatas por los alrededores de la ciudad en busca de un poco de naturaleza que nos evada de esta situación que parece no acabar. En mi caso paseo por el entorno de la Alhambra, las acequias y los senderos que trazan la horizontal de la colina que tiene como punto más alto el Llano de la Perdiz. Siempre me gusta realizar el recorrido de manera que a la vuelta tengo la vista de la Alhambra y del barrio del Albaicín, encajonado entre esta colina y la del Sacromonte.
Al observar dicha imagen siempre reparo en los cipreses que, en perfecta armonía con las viviendas, parecen lanzas que custodian el barrio nazarí. Este equilibrio en el paisaje urbano es admirable y lo que parece ser fruto del azar es, sin embargo, el resultado de un propósito claro, el de convertir al ciprés en claro emblema del jardín granadino.
El ciprés, tanto en Granada como en el resto del mundo, es uno de los árboles que más simbología lleva asociada. Desde tiempos romanos, este árbol se usaba como herramienta de señalización urbana: la presencia de un solo ciprés junto a una edificación informaba a los viajeros de un punto de agua donde avituallarse, dos cipreses indicaban también comida y tres o más la posibilidad de una pernocta. En las avenidas de entrada a las urbes se plantaban cipreses para dar la bienvenida a las tropas y generales, costumbre que ha permanecido hasta nuestros días en cortijos y casas de campo.
En la China antigua se creía que su resina frotada sobre los talones permitía andar por las aguas, o que la llama obtenida por la combustión de sus semillas permitía la detección del jade y el oro. La madera del ciprés se usaba para la construcción de embarcaciones debido a su resistencia y durabilidad extraordinarias, cualidades que supieron aprovechar los vikingos, entre otros.
Pero quizás, el simbolismo más arraigado en todas las culturas occidentales es el que relaciona los cipreses con los cementerios. La distorsión popular prolongada a lo largo de los siglos ha vinculado al ciprés con la muerte, sin embargo, parece ser que la primera intención era la de transmitir inmortalidad, debido a su longevidad y persistente verdor, calificándose como “árbol de la vida”.
En Granada, el ciprés no sólo tuvo un uso paisajístico en época romana, sino también en la islámica, llegando a utilizarse incluso con más intensidad que en tiempos recientes, como lo demuestra el polen de los estratos medievales del Generalife. Algunas leyendas asociadas a este árbol, como la del “ciprés de la sultana”, supuesto testigo de una infidelidad entre la esposa de Boabdil y un caballero abencerraje, constatan la importancia del ciprés en aquella época. Con leyenda o sin ella este ciprés, que murió no hace mucho, existió y está datado en más de 600 años.
Durante el renacimiento y el barroco los jardines son parte del plan arquitectónico de palacetes y villas de aristócratas y nobles en toda Europa. El ciprés, que ya tenía en su haber todo el simbolismo y tradición como signo de hospitalidad e inmortalidad al que antes aludíamos se convierte, aun más, en protagonista. El jardín se eleva al nivel de arte, y pocas especies permiten contrastes de color, de líneas, de texturas como el ciprés. Aislados o en pequeño grupo atraen la mirada, en seto forman muros divisorios, separan parterres, generan perspectiva, ofrecen un fondo escénico. Además, el ciprés admite las caprichosas podas del arte topiario, creando esculturas, cenadores, arcos, un conjunto de formas caprichosas imprescindibles en el jardín barroco.
En España, este arte y moda llega un poco más tarde y en el caso de Granada viene a reforzar el protagonismo y la antigua tradición de usar cipreses. Quizás aquellos viajeros románticos europeos que visitaban Granada, auténticos transmisores de tendencias en aquella época, también pusieron su granito de arena a favor del ciprés.
A finales del siglo XIX principios del XX, la aparición del pensamiento regionalista lleva consigo la necesidad de mantener el “alma” de la ciudad. En esta construcción ideológica es el ciprés el árbol que abandera dicho objetivo en Granada tal y como comenta Manuel Casares Porcel, profesor de la Universidad de Granada, en sus artículos sobre la ideología y la transformación del paisaje urbano.
Sin embargo, y precisamente debido a su gran presencia en el urbanismo granadino y a las altas concentraciones de polen que produce, su uso está provocando, cada vez más, problemas de salud en las personas debido a su alergenicidad. Junto con el olivo y el plátano de sombra, es el árbol con mayor número de alergias en Granada.
La alergia al ciprés, la cual empieza a manifestarse en enero, se ve agravada por el efecto de las partículas en suspensión que liberan los vehículos diésel, que recubren los granos de polen y le aportan mayor capacidad de penetración en nuestro organismo, afectando a personas aparentemente inmunes a la alergia.
La contaminación de Granada, por tanto, agrava el potencial alergénico de este tipo de polen. La salud ciudadana se toma cada vez más en cuenta a la hora de elegir especies para los jardines urbanos prevaleciendo aquellas que son hipoalergénicas, es decir, que no producen alergia.
Este nuevo criterio, que dictamina el bienestar de los ciudadanos y la calidad de vida de su ciudad, podría poner fin a la omnipresencia del ciprés en los jardines de Granada, llegando a ser sustituido por otra especie, que, aún con un historial mucho menos denso y atractivo que el ciprés traiga, con el viento, más beneficios que inconvenientes.
Mientras eso llega, y a pesar de ser alérgica, seguiré feliz con la estampa de los barrios de Granada custodiados por cipreses.
Autores: Jaime Álvarez y Mª Teresa Madrona
Cuántas historias y qué sorprendentes son los cipreses. Y en su frondosidad anidan y se resguardan multitud de aves.
Al ser árboles muy compactos ofrecen mucho cobijo!
Gracias Lola pro tu commentario qu enos recuerda las relaciones entre plantas y animales.
Gerardo Giego escribió un hermosísimo soneto al ciprés de Silos. No esta de más recordarlo.
Ahí está, todo el símbolo de la eternidad. Por otraparte sólo él llena el espacio, te dirige la mirada y la eleva. Solo un árbol es capaz de transmitir espiritualidad, paz y elegancia.
Aquí copio el susodicho soneto de Gerardo Diego, que ustedes lo disfruten!
Enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas el cielo con tu lanza.
Chorro que a las estrellas casi alcanza
devanado a sí mismo en loco empeño.
Mástil de soledad, prodigio isleño;
flecha de fe, saeta de esperanza.
Hoy llegó a ti, riberas de Arlanza
peregrina al azar, mi alma sin dueño.
Cuando te vi señero, dulce, firme,
qué ansiedades sentí de diluirme
y ascender como tú, vuelto en cristales.
Como tú, negra torre de arduos filos,
ejemplo de delirios verticales,
mudo ciprés en el fervor de Silos.