El color del Valle del Genal
Colores que impresionan la retina y tiñen la piel
El Valle del Genal se sitúa al sur de Ronda y no lejos del mar. Dos grupos de pueblos se encaraman en la cuenca alta y baja del río respectivamente. Pueblos pequeños de entre 200 y 550 habitantes, cercanos visualmente, pero separados por diferentes barrancos. El paisaje es magnífico: grupos de casas situadas en las laderas de un paisaje de montaña de suaves lomas, con un telón de fondo de riscos calizos más abruptos.
El origen musulmán lo delata el nombre de los pueblos Genalguacil, Benarrabá, Benadalid, Benalauría, etc. La base tradicional de la economía del Valle del Genal fue la agricultura y ganadería, con algunas interesantes explotaciones mineras ya abandonadas desde hace tiempo.
Lo que caracteriza esta comarca actualmente es la presencia de castañares, que comparten la superficie de la tierra con alcornocales, encinares y quejigares. Pequeños huertos y algunos campos de olivo completan el mosaico de usos del suelo. Y esta diversidad se transforma en colorido al final del otoño. Colores vistos desde lejos como un puzzle y vividos cuando se camina debajo del arbolado, con la visión cercana de arbustos y troncos y la alfombra dorada de hojas de castaño.
De esa magnífica gama de colores, que refleja a diversidad de los árboles y arbustos destaca uno, el rojo intenso que perdura incluso cuando los castaños ya están desnudos. Se trata del rojo del zumaque, cuyo nombre científico es Rhus coriaria.
El zumaque es un arbusto que procede de Oriente Próximo, lo que se deduce tanto de su extendido uso culinario en esta zona, como de su etimología. Una especia roja se saca de su fruto y se llama sumac en Irán, Irak, Líbano y Turquía entre otros países y se utiliza en muchas recetas tradicionales, entre ellas el kebab. Su introducción en la Península por parte de los pueblos musulmanes pudo ocurrir en el siglo X, al igual que muchas otras plantas y especias venidas del extremo del Mediterráneo y Oriente. Pertenece a la familia de las anacardiáceas, al igual que los lentiscos, pistachos y cornicabras con las que se puede confundir por sus hojas y su color en otoño.
Pero en la Península Ibérica, el cultivo y extensión del zumaque no se relaciona con el uso culinario sino con presencia en sus hojas y tallos de sustancias químicas muy eficaces para curtir pieles. De esta forma en una España eminentemente ganadera, el aprovechamiento de las pieles y su necesaria preparación demandaban una gran cantidad de plantas curtientes, como el zumaque, quizás la más eficaz por su altísimo contenido en taninos en comparación a la corteza de encina, quejigo o cerezo.
El uso de esta planta en curtido de pieles es muy antiguo, los textos clásicos ya dicen que el zumaque era utilizado por los antiguos egipcios, griegos, y romanos para teñir la lana y curtir las pieles, pero fueron los árabes quienes le dieron todo su esplendor elaborando con él los famosos cordobanes y productos de marroquinería.
Hay documentos del siglo XII que hablan del cultivo del zumaque en el Norte de España (leer el artículo de Javier Hermoso Mendoza en su blog https://www.sasua.net/estella/articulo.asp?f=zumaque&n=Zumaque)
Más hacia el Sur, de igual manera, el cultivo del zumaque para las tenerías está documentado desde el siglo XIV.
Las tenerías de las zonas cercanas de la serranía de Ronda, de las cuales las actuales fábricas de Ubrique son las herederas, se surtirían de los zumaques del fértil valle del Genal. De la misma manera Alcalá la Real era famosa por surtir a las tenerías de Priego de Córdoba y Guadalajara.
La recolección del zumaque comenzaba a finales de agosto, cuando se segaban las ramas finas de los arbustos con hoces. Estas ramas se dejaban secar unos quince días hasta que se reunían en haces y se sacaban del campo normalmente a hombros de los propios agricultores o con animales de carga. El zumaque se trillaba y también se molía a fin de obtener un producto de pequeño tamaño, como hojas de orégano, que se empaquetaba en sacos y se vendía a las tenerías. Allí, el polvo mezclado con agua a cierta temperatura liberaba los taninos que curtían y coloreaban las pieles.
A finales de los 70 el zumaque deja de trabajarse ya que en el proceso de curtido se utilizan productos químicos. La planta comienza a vivir a su ritmo, generalmente a expandirse por los lugares que nadie utiliza, como los bordes de los caminos o zonas pedregosas. Y así llega hoy a nuestro paisaje del Valle del Genal, donde su estallido rojo nos hace detenernos, contemplarlo con admiración, fotografiarlo una y otra vez.
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